Es lógico que los niños que viven en las zonas urbanas hoy en día no sepan jugar. La oferta de “pantallas” en cada hogar y lo fácil que es solo sentarse frente a una para pasar bien el rato, hace que difícilmente se les ocurra a los niños como divertirse si no es ante la pantalla de un celular (aunque sea el de los padres), una tableta, un aparato de juegos de video, una televisión, etc…
Es mas fácil solo sentarse y a lo sumo pensar en cual “pantalla” prefieren o pueden en ese momento utilizar.
Los juguetes o los juegos de mesa son cada vez más obsoletos. Aun si los tienen, son más que todo adorno en sus cuartos y los que tienen es porque casualmente los vieron en la tele, los pidieron y/o se los regalaron en Navidad o en su cumpleaños.
Los niños están creciendo acostumbrados “la ley del mínimo esfuerzo” donde inclusive cualquier juego de mesa involucra para su éxito, la presencia de un adulto que lo promueva, lo explique y se quede con ellos jugando.
“Mamá! ¿Me podés prestar tu celular?” es lo típico de los sábados y domingos a las seis de la mañana en mi casa. Y ante la negativa comienzan a recorrer preguntando por el uso de una u otra pantalla en ese momento. “No hijo, tus ojitos apenas se están abriendo y vos despertando…espera que sea más tarde” les decimos. “No se qué hacer, estoy aburrido” responden por supuesto, pero encuentran que hacer. Ahí es cuando tienen que pensar que hacer para pasar el rato. El menor generalmente recurre a su colección de super héroes o a pintar y el mayor a sus bop-it, libros de chistes, sus libros del Diario de Greg, a la flauta, teclado o tambor. Esto mientras se hace un poco más tarde y vuelven a pedir “pantalla” porque tampoco pueden pasarse sin pantalla todo el día. Corren con suerte porque donde vivimos tienen varios amigos y pueden salir a jugar futbol.
Hoy más que antes, la familia necesita salir de casa para alejar a los niños de las pantallas. “¡Cero pantallas!” les dice mi esposo a los niños al subir al carro rumbo a donde vamos a pasar el domingo, o el fin de semana. Es necesario “desconectarlos” para que se “conecten” con la realidad y el mundo que les rodea. Que sientan el viento, escuchen la música, vean los paisajes, las personas y todo lo que puedan verse en el trayecto, y al llegar al lugar, que puedan mantenerse “conectados” con lo que les rodea e interactúen con la familia y demás personas.
El “cero pantalla” va para nosotros los adultos también cuando salimos de paseo, antes que nuestros hijos se duerman y a la hora que nos juntamos en el comedor. Es una gran tentación el tomar el celular para ver quien escribió o subió algo en las redes sociales. Nosotros mismos inclusive vamos postergando cosas y momentos por estar frente a los aparatos…. “Mamá pareciera que es más importante revisar tu WhatsApp que acompañarme a dormir” me dijo mi hijo mayor hace dos semanas. Experimento una sensación de bienestar dejando “al día” mi WhatsApp justo antes de acompañarle a su cuarto a la hora que va a dormir, con lo que desperdiciaba minutos y sin darme cuenta reducía el mejor momento para conectarme con mi hijo. El único tiempo del día en que hacemos oración juntos y tenemos la bella oportunidad de platicar. La ocasión en que él está más vulnerable para contarme sus cosas, hacerme preguntas y yo influir en el.
Dia a día no nos damos cuenta siquiera de los momentos importantes que perdemos frente a las pantallas, es esto lo que va a formar parte de los recuerdos del futuro y es lo que va construyendo el vínculo emocional con nuestros hijos. Por eso, revisemos y valoremos que hay momentos que necesitamos decir: Cero Pantalla.
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